Hubo más tiempo para el enojo que para la elaboración de estrategias, ayer, en la residencia de Olivos. Sobre la casa pesó un enorme desconcierto. Néstor Kirchner descargó rayos y centellas sobre los ?traidores?. La sola mención de Julio Cobos lo descompensaba. Sólo imaginando que le pediría la renuncia consiguió, por momentos, calmarse. Pero la única renuncia de la que se habló ayer fue de la de su esposa. Hasta Daniel Scioli, camino a Mar del Plata, especuló con ella: fue cuando lo llamó Alberto Balestrini para indagarlo sobre esa posibilidad. Scioli se comunicó con Cristina Kirchner: ?Desmentí todo?, le dijo ella. Lo mismo oyeron los principales legisladores del oficialismo en Diputados, en una charla a micrófono abierto. La versión fue alimentada por el propio Kirchner, que todavía durante la tarde según su entorno más cercano- machacaba: "Largá todo y andate, Cristina". Ella, que se mostró todo el día tranquila, resistió y hasta habló de explorar un acuerdo con el campo. Al caer la tarde, lució sonriente en Chaco. Raro en una mujer que ríe tan poco.
Alberto Fernández pasó las horas deprimido, casi sin salir de casa. Y Miguel Pichetto oyó a Kirchner despotricar en el teléfono. Reaccionó mal el senador: "Hubieras venido vos a manejar el bloque. ¿O no sabés que pagamos tu estrategia de asociarnos con los radicales, la misma que me hizo perder a mí en Río Negro?" Kirchner no está acostumbrado a que le griten.
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Julio Cobos se alejó de la escena. El primer detalle que le hizo ver que las cosas habían cambiado durante la madrugada fue la imposibilidad de volar a Mendoza en el Tango 02. Oscar Parrilli, encargado de la flota presidencial, le negó el avión. Cobos viajó en auto. Antes conversó con un par de dirigentes de la oposición que llamaron para felicitarlo. A uno de ellos lo alarmó: "Tengo miedo físico". Una insistente versión afirmaba ayer que el vicepresidente fue víctima de un trance de ataque de pánico antes de votar. Demasiada presión.
Así fue el día más triste del kirchnerismo. Casi el único mensaje que recibió la sociedad de quienes la gobiernan fue el imperturbable rostro del secretario de Transportes, Ricardo Jaime, anunciando la estatización de Aerolíneas Argentinas. Alguien no estaba registrando bien lo que sucedía en la calle. Lógico: es difícil pensar en medio del clima emocional que dominó ayer al poder.
Por eso la nota central de las palabras de la Presidenta en Chaco fue la omisión. Nada sobre la turbulencia que atraviesa el Gobierno.
La decisión de no nombrar fue explícita: "Ustedes saben a qué me refiero", dijo, para mencionar el conflicto agropecuario. Un silencio que apenas rompió para cuestionar el voto negativo de Cobos y de algunos peronistas, y que no combinó con la sincera autoflagelación de Pichetto en el Senado, cuando se preguntó por qué razón el poder se pulverizó, por qué misterio el kirchnerismo quedó herido de muerte.
La incógnita central de la crisis argentina deberá esperar unos días, entonces, para verse despejada. El interrogante es simple: se trata de saber cómo interpretarán los Kirchner la disidencia de Cobos. Y, en consecuencia, qué harán frente a ella.
Hasta anoche, en la intimidad de Olivos y más allá de toda retórica, la negativa del vicepresidente a aprobar las retenciones móviles era vista como la ratificación, en el fondo gozosa, de la pesadilla que los Kirchner vienen reconstruyendo ante distintas audiencias: lo que se desató el 11 de marzo no fue una rebelión de contribuyentes, sino un proceso de desestabilización del Gobierno. Para esa tesis, el "no" de Cobos fue una manifestación inconfundible del "clima destituyente" del que hablan los intelectuales oficialistas.
Como suele suceder con las interpretaciones conspirativas, también ésta exhibe una oscura armonía. La coordinación de Adolfo Rodríguez Saá y "Chiche" Duhalde con los opositores de Ernesto Sanz, se confunde con la coordinación radical-peronista que terminó con el gobierno de Fernando de la Rúa. Hay fotos que hacen subir la fiebre: Cobos y el cardenal Bergoglio, Barrionuevo y Llambías. Todo cierra.
Existen indicios de que esta visión es la que podría quedar consagrada. Los primeros los produjo Pichetto cuando comparó a Cobos con Judas y cuando se precipitó hacia la derrota al grito de "que se rompa, pero que no se doble". Los otros surgieron del belicoso malhumor de Olivos. De dominar esta tendencia, el Gobierno se replegará todavía más sobre sí mismo y se mostrará más agresivo con lo que le parezca diferente.
Es una estrategia inquietante, si se la puede llamar estrategia. Los Kirchner perdieron el control del Congreso, desataron la interna del peronismo, rompieron la alianza con el radicalismo oficialista y redujeron su consenso a niveles bajísimos de popularidad. La imagen negativa de la Presidenta en los grandes centros urbanos casi no registra antecedentes. Con su arsenal diezmado, la Casa Rosada deberá enfrentar una agenda económica más desafiante en la medida en que las expectativas se deprimieron. La autosuficiencia agravaría esta crisis.
Sin embargo, los Kirchner no están condenados a ese destino. Podrían mirar la decisión de Cobos como la semilla de una regeneración. Después de todo, si se lo convocó a la fórmula presidencial fue para representar a otro partido, a otras ideas. Las alianzas se nutren de la diversidad. El oficialismo podría contener a Cobos. Para un gobierno que ha comenzado a movilizar multitudes en su contra, la conducta del vicepresidente podría abrir una avenida allí donde se levanta la desconexión.
La ratificación de la resolución 125 hubiera demostrado el poder de la Casa Rosada sobre el Congreso. Pero al costo de agravar el conflicto con la mayoría de la sociedad, que habría interpretado esa sanción como una señal de autismo de la corporación legislativa. La dirigencia política quedó en deuda con Cobos. Su negativa le evitó un regreso acelerado al clima de colapso que se vivió en 2001. También los Kirchner están a tiempo de aprovechar esa disidencia si la miran no como un desacato, sino como un gesto capaz de salvarles el gobierno. Es la posibilidad de que el giro que en octubre pasado iban a producir por virtud, lo realicen ahora por necesidad.
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