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viernes, 14 de noviembre de 2008

¿El inicio del ocaso de la hegemonía masista?

Homero Alfaro
El cambio de milenio coincidió con el quebranto del paradigma neoliberal instaurado en torno a 1990 y es así que a partir del año 2004, en América Latina ascendieron al poder alianzas políticas de neto signo antimercado/capitalismo (Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Paraguay y parcialmente Argentina) mientras que otros países de la región, donde la reformas lograron dar frutos, decidieron tomar lo que había funcionado de las medidas liberales y cambiar lo malo (Brasil, Chile, Perú, Colombia como los más importantes).
En el caso de Bolivia, los cambios neoliberales no alcanzaron a generar consenso en torno a la continuidad de políticas crecientemente descritas como injustas y regresivas y es bueno remarcar que los propios gobiernos catalogados como neoliberales, al no ser capaces de erradicar vicios como la corrupción, el “peguismo” y la prebenda, retardaron algunos resultados de las reformas que quizás hubieran evitado, al menos parcialmente, el fracaso del modelo. Es así que en el momento más bajo y por lo tanto crítico —en lo económico y político— del modelo neoliberal, tomó el poder la combinación de izquierda e indigenismo que más lo rechazaba, y para ello explotó certeramente las frustraciones profundas de la gran mayoría de los bolivianos debidas al fracaso de las reformas en entregar los beneficios prometidos. Al explotar esas frustraciones, las cuales van de la mano con desengaños causados por la creciente desigualdad social y económica, el MAS logró reforzar sus posiciones radicales alimentando el sentimiento popular contra el sistema económico y político que rigió al modelo anterior.
Asimismo, el MAS tuvo la gran fortuna que la buena situación macroeconómica general le permitió tener autonomía política respecto del sector económico/financiero debido a que la recuperación de los términos del intercambio para “commodities” generó el ambiente propicio para obtener tranquilidad en el presupuesto fiscal y en la balanza comercial, que fueron precisamente las grandes debilidades del anterior modelo, a tal extremo que el Gobierno incluso llega a comportarse de manera displicente con el FMI y el Banco Mundial porque ya no eran necesarios sus fondos de emergencia que permitían que Bolivia no cayera en la cesación de pagos y en el caos económico. Es así que el oficialismo logra mantener una política de gasto populista sin afectar inicialmente la estabilidad de precios, lo cual cimentó la popularidad del Gobierno, ya que la gente creyó que efectivamente la nueva administración sabía hacer bien las cosas y que el modelo neoliberal simplemente no servía.
Por otra parte, la crisis del sistema financiero internacional está dando a los gobiernos anticapitalistas un argumento más para demostrar que el modelo neoliberal es ´perverso´ y que está entrando a su etapa de erradicación definitiva, siendo la primera reacción ante esta aparente “aniquilación”, las políticas intervencionistas para que el Estado tenga un papel fuerte para resolver las asimetrías que genera el mercado, sin embargo, en el caso particular de Bolivia, el éxito económico y político del MAS —espectacular por su contundencia— ha permitido que sus paradigmas ideológicos sobrepasen el límite de lo que es práctico y posible, y es así que su gestión de gobierno enfocada en el estatismo, ante la severa crisis que se viene el próximo año, se verá finalmente enfrentada a la cruda realidad que dice que la economía no se desarrolla mediante frustraciones y oposiciones ideológicas, sino con propuestas y definiciones positivas y ante todo pragmáticas. Es así que, y haciendo una comparación con la ley de gravedad, el MAS habría llegado a su punto más alto y ahora sólo le tocaría empezar a caer y en ese sentido, la poca capacidad que el partido de Gobierno tiene para administrar la economía en un contexto de crisis y su incredulidad para aceptar que el capitalismo simplemente se reacomodará después de esta debacle, permitirá que los sectores dominantes tradicionales se reorganicen revestidos de banderas aparentemente progresistas, como las autonomías, la coparticipación y la distribución de la riqueza, pero que esconden la movilización y activación de los esquemas históricamente asociados a las estructuras de poder tradicional, con el apoyo de los medios de comunicación y los grupos de interés neoconservadores.
A lo anterior se complementa la autoindulgencia en la que ha entrado el oficialismo, a tal extremo que actualmente se consideran invencibles políticamente y es por eso que el MAS ha empezado la declinación de su hegemonía en lo político en el peor momento ya que de aquí a un año, producto de la crisis económica que se avecina, el apoyo generalizado que ahora tiene disminuirá peligrosamente justo en el momento eleccionario donde se juega la continuidad de sus reformas, lo que le impedirá conseguir su mayor anhelo: el dominio absoluto en todos los poderes del Estado y en particular el Parlamento. Mientras el MAS no internalice ese antiguo refrán de la política: “el vencer es sólo el comienzo, porque a fin de cuentas, tomar el poder es lo más fácil” es muy probable que los bolivianos, después de toda esta conmoción que ha significado la nueva Constitución Política del Estado, confirmemos nuevamente que en nuestro país todo cambia para que nada cambie.
Homero Alfaroes especialista en prognosis
http://www.la-razon.com/versiones/20081114_006456/nota_264_710539.htm

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