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lunes, 7 de julio de 2008

Todos escuchamos ladrar a los perros, porque incluso ellos entienden de los derechos de propiedad

Por: Walter Milton Rojas Ledezma (*)El socialismo es la Gran Mentira del siglo veinte, y veintiuno, ha venido prometiendo prosperidad, igualdad y seguridad, sólo ha producido pobreza, miseria y tiranía. Ha conseguido igualdad, pero sólo haciéndonos a todos iguales en la miseria. Así como una “pirámide” o una cadena de cartas puede al comienzo marchar bien pero eventualmente se colapsa, el socialismo puede inicialmente mostrar algunos signos de éxito. Sin embargo, sus logros se marchitan tan pronto emergen las deficiencias fundamentales del sistema de planeación central. Es ese ilusorio éxito inicial lo que vuelve atractiva la intervención perniciosa de los gobiernos. Pero a la larga el socialismo ha sido siempre la fórmula para la tiranía y la miseria. Un esquema tipo “pirámide” es al final insostenible porque se funda en principios erróneos. De igual modo, el colectivismo es insostenible a largo plazo porque es una teoría errónea. El socialismo no funciona porque es incompatible con los principios fundamentales de la conducta humana. Su fracaso en todo el mundo se debe a un defecto fundamental: es un sistema que ignora los incentivos. Bajo e! socialismo, los incentivos juegan un papel mínimo o son totalmente ignorados. Una economía con planificación central, sin precios de mercado ni ganancias, y donde la propiedad pertenece al estado, es un sistema al que le falta ese eficaz mecanismo de incentivos que dirijan la actividad económica. Al no dar importancia a los incentivos, el socialismo es una teoría incompatible con la naturaleza humana y está así condenado al fracaso. ¡El socialismo es la teoría de que los incentivos no importan! El marxista admitía que muchos países “socialistas” en el mundo estaban fracasando. Empero, según él, la razón del fracaso no es que el socialismo fuera deficiente, sino que las economías socialistas no practicaban el socialismo “puro”. La versión perfecta del socialismo funcionaría. A los marxistas les gusta comparar las versiones teóricamente perfectas del socialismo contra el imperfecto capitalismo de la vida real, lo cual les permite afirmar que el socialismo es superior al capitalismo. Si la perfección fuera realmente una opción factible, la elección de sistemas económicos y políticos sería irrelevante. En un mundo de seres perfectos y abundancia infinita, cualquier sistema, socialismo, capitalismo o comunismo, funcionaría de maravilla. Por ejemplo, cuando la OPEP restringió el suministro de petróleo en los 70”s, los precios subieron dramáticamente. Los altos precios del petróleo y la gasolina transmitieron información valiosa tanto a compradores como a vendedores. Los consumidores recibieron un mensaje muy claro sobre la escasez de combustibles, y se vieron forzados a cambiar su conducta drásticamente. La gente reaccionó a la escasez conduciendo sus autos menos tiempo, utilizando más el transporte público y comprando autos más pequeños. Los productores reaccionaron al precio alto incrementando sus esfuerzos de exploración de nuevos mantos petrolíferos, o se sintieron incentivados a buscar y desarrollar nuevos combustibles u otras fuentes de energía. La información transmitida por los precios altos fue lo que incentivó a compradores y vendedores. Los primeros se esforzaron más por conservar un recurso ahora más precioso, y los otros se esforzaron por encontrar más de este recurso escaso. Bajo el socialismo no hay este sistema, ni puede medirse con exactitud el éxito o el fracaso de los programas diversos. Sin él, no hay manera de disciplinar a las empresas ineficientes ni de premiar a las eficientes. No hay manera de saber qué programas deben expandirse, ni qué otros deben contraerse o terminarse. Sin la competencia, las economías con planificación central no tienen una estructura de incentivos que les permita coordinar la actividad económica. Sin incentivos, el resultado es un cíelo espiral de pobreza y miseria. En lugar de redirigir continuamente los recursos hacia una mayor eficiencia, el Socialismo cae en una vorágine de ineficiencia y fracaso. Un tercer defecto fatal del socialismo es su vocinglero desdén hacía el rol que juega la propiedad privada como creadora de incentivos que impulsan el crecimiento y el desarrollo económicos. El fracaso del socialismo en todo el mundo es la “tragedia de los comunes” a escala global. La “tragedia de los comunes” designa aquella experiencia en Gran Bretaña durante el siglo XVI, cuando algunas tierras eran poseídas en común por las aldeas, y estaban disponibles para el uso público. Las tierras se llenaron de yerba rápidamente, y eventualmente perdieron valor en la medida que los aldeanos las explotaban Cuando los activos son propiedad pública, no hay incentivos para estimular una administración sabia. Mientras la propiedad privada crea los incentivos para conservar y usar responsablemente la propiedad, la propiedad pública alienta la irresponsabilidad y el derroche. Si todos son dueños de un activo, la gente actúa como si nadie fuera el dueño. Y cuando no hay dueño, nadie cuida aquello. La propiedad pública alienta la negligencia y la mala administración. Puesto que, por definición, el socialismo es “la propiedad común de los medios de producción”, el fracaso del socialismo es la “tragedia de los comunes” a escala nacional. Mucho del estancamiento económico en el socialismo se debe a su incapacidad para promover derechos de propiedad. Todos escuchamos ladrar a los perros, porque incluso ellos entienden los derechos de propiedad. Solamente los gobiernos estatistas son incapaces de ello. El socialismo fracasa al ser incapaz de fomentar, promover y nutrir el potencial de los pueblos mediante los incentivos; las economías con planificación central impiden el desarrollo pleno del espíritu humano. El socialismo mata y destruye el espíritu humano, sólo pregunte a los balseros que escapan de Cuba.(*) Abogado
Fuente:
http://lapatriaenlinea.com/index.php?option=com_content&task=view&id=3046&Itemid=33

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