Precisamente cuando más urgido está de buenas noticias que revitalicen su alicaída campaña en defensa de su proyecto de Constitución Política del Estado o, por lo menos, detengan su descenso en las intenciones de voto, el gobierno ha recibido durante los últimos días una andanada de duros golpes, lo que está haciendo estragos en los ánimos de las filas oficialistas. Primero, fue Lula da Silva quien, ante las cámaras que proyectaban la escena a todo el mundo, como abnegado padre a su hijo díscolo sometió a Evo Morales a una severa reprimenda que en nada favoreció a la imagen de víctima de una maligna confabulación que hasta ahora tantos réditos le dio. Inmediatamente después, el Presidente tuvo el dudoso privilegio de merecer una frase destacada entre las declaraciones que Hillary Clinton hizo al anunciar las líneas maestras que guiarán su gestión como Secretaria de Estado. Dijo que se propone aplicar una política vigorosa con quienes, como Hugo Chávez y Evo Morales “siembran temor” en la región. El pronunciamiento de la Conferencia Episcopal de Bolivia, mediante el cual hizo públicas sus críticas a aspectos centrales del proyecto constitucional, en circunstancias en que el tema religioso se presenta como uno de los más cuestionados por amplios sectores de la ciudadanía, fue también un revés que sin duda hará mella en las expectativas oficialistas. Para empeorar el panorama, el MAS fracasó rotundamente en uno de sus principales objetivos inmediatos, como era hacerse del control de la Cámara de Senadores, cuando no neutralizar a la oposición recurriendo a una de las fracciones de Podemos. Y como si los golpes provenientes de factores externos no fueran suficientes, una serie de malos pasos dados por el régimen empeoraron su ya incómoda situación. La decisión de romper relaciones diplomáticas con Israel, adelantándose inclusive a Venezuela, para alinearse con Irán y el bloque de organizaciones terroristas que ese país encabeza y patrocina, puso a Bolivia en el centro de la atención mundial y terminó con la escasa simpatía que todavía inspiraba el masismo en el exterior. No sólo EE.UU., sino la Unión Europea y las naciones vecinas se sintieron con razón agredidos por la acusación de “cómplices del genocidio” que impulsivamente les dirigió Morales a quienes optaron por la vía diplomática para resolver el conflicto que enfrentó a Israel y Hamás. Así, tanto en el frente interno como en el externo, el oficialismo tuvo su peor semana de los últimos años, justo en vísperas de un referéndum que será vital para su futuro. El hecho de que en filas del MAS ya se considere la posibilidad de una derrota es la más clara muestra de que atraviesa por un mal momento.
http://www.lostiempos.com/noticias/19-01-09/editorial.php
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