LA INGOBERNABILIDAD DESBORDADA

Los graves desmanes a los que se han entregado algunos ´cívicos´ —incívicos y anarquistas— están favoreciendo al centralismo indigenista retardatario del MAS y a su engendro de la Constitución de La Glorieta. Están llevando al país a un enfrentamiento progresivo. Son muchas las causas determinantes de este caos delirante. Entre ellas hay que mencionar al mal gobierno que nos toca soportar porque ganó unas elecciones nacionales por un porcentaje nunca visto.
Así como la nueva Constitución Política que el Gobierno quiere hacernos engullir no va a resolver, sino agravar los problemas que confronta el país, de la misma manera, la barbarie desatada en varios departamentos, tampoco va a servir a la causa legítima de la autonomía regional. Por el contrario, profundiza los odios y rencores anteriormente desatados, encona la polarización de los bandos en pugna, agrava la pobreza y los sufrimientos de muchos miles de ciudadanos, acrecienta la exclusión social y el desempleo, alienta la delincuencia y la corrupción, aleja cualquier esperanza de diálogo y de progreso en paz y hermandad, debilita las ya deterioradas instituciones democráticas, agranda las grietas de un país ya dividido, agudiza una irremediable amargura política y lo que es más grave e irreparable es que provoca la muerte de muchos de nuestros hermanos. La suma de estas y otras calamidades cuya simple mención no cabría en esta página, constituye lo que se ha dado a conocer como ingobernabilidad. Ingobernabilidad que no es de ahora sino que el mismo Gobierno ha venido provocando desde que fue mero aspirante a la conquista del poder. Prueba de ello, el tener preparado el cerco al Parlamento por unas cuantas camionadas de campesinos iracundos y bien pagados, con el fin de impedir a cualquier representante de la oposición —si es que queda alguno— el ingreso al hemiciclo para que los masistas aprueben sin chistar lo que don Evo les ha ordenado.
Decía que una de las causas de los desaguisados que se cometen —aunque de ninguna manera pueden estos justificarse— es el emperramiento del Gobierno en promulgar un texto constitucional inaceptable. Se ha dicho, y con razón, que una reforma constitucional precipitada es mucho más problemática que las reformas graduales que tan sabiamente establece la Carta Magna aún vigente y que se quiere arrojar a la basura como chatarra inútil. Más convenientes hubiesen resultado las reformas graduales, bien pensadas y no improvisadas por gente sin la necesaria preparación jurídica y con una carga de resentimientos y complejos odiadores. Claro que los cambios graduales no son electoreros. Pero los cambios radicales, con ser resultones incluso en las urnas, a la hora de la verdad, suelen ser un fracaso en la gestión progresista de la cosa pública y del verdadero avance económico y social.
Por si lo dicho fuera poco, todavía nos queda decir Sí o No al otro referéndum al que se quiere someter una nueva ley electoral. ¡Habrase visto mayor desvergüenza! El Presidente quiere una nueva norma electoral, no precisamente para que refleje el auténtico sentir político de los ciudadanos, sino para que las nuevas reglas favorezcan a quienes ya están cómodamente apoltronados en el poder.
*José Gramuntes sacerdote jesuita ydirector de ANF.