Una gran mayoría de los bolivianos no encuentra explicación a la política del régimen masista de buscarse enemigos en todo el mundo, cuando la experiencia está demostrando que la armonía en las relaciones internacionales es pieza clave para una sana convivencia que redunde en beneficio mutuo entre determinados estados o bloques regionales. A la permanente cantaleta en contra del diabólico "imperio", encarnado en los Estados Unidos, el Gobierno boliviano dirige ahora sus dardos hacia el Perú y la Unión Europea. En el caso peruano, no existe razón valedera alguna que no sea una divergencia conceptual en lo que respecta a planificar las estrategias de desarrollo que, por lo demás, todo país tiene el derecho de encararlas de la forma que crea conveniente. Al parecer, la bronca, especialmente del presidente Morales, radica en el éxito del modelo escogido por nuestro vecino, que desnuda la inoperancia del que se pretende implantar en Bolivia. En lo que se refiere a la UE, es posible que existan algunos argumentos debatibles en la política que sobre los inmigrantes ilegales está a punto de aprobar ese bloque integrado por 27 naciones; sin embargo, las amenazas o advertencias, como las lanzadas por Evo Morales, no son el camino adecuado para llegar a consensos sobre este delicado tema. Mientras se insiste en utilizar esa política beligerante con países que pueden ser de gran ayuda para Bolivia, el régimen del MAS sigue empeñado en relacionarse con aquellos, como es el caso de los integrantes del ALBA, que hasta el momento, no reportan ningún beneficio. Es más, con esa actitud, la cúpula masista esta llevando al país a un aislamiento internacional, en el que puede quedar solo, si se considera que tanto Chávez, en Venezuela, como Raúl Castro, en Cuba, están dando muestras de apertura; el primero obligado por las circunstancias rechazo popular y pruebas contundentes de su apoyo a las FARC y el segundo por la crisis que mantiene a ración de hambre a los cubanos. El MAS está cometiendo un error histórico; lamentablemente, la factura tendrá que pagarla el pueblo boliviano.
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