Una desconcertante condena del Gobierno ha recibido la Policía Nacional por haber impedido que una multitudinaria turba asalte y queme la Embajada de Estados Unidos en Bolivia, el último lunes, como eran los designios de varios dirigentes de la ciudad de El Alto.
El reproche provino del ministro de Gobierno, Alfredo Rada, el mismo que hace un tiempo subestimó las exportaciones de soya al calificar a ésta como un "alimento para los chanchos". Esta vez, Rada dijo que el accionar de la Policía fue "poco eficiente", y que "no se debió acudir a la fácil vía de la represión", sino "a la prevención". Desde su óptica, una movilización tan grande, que según la radio Fides tuvo entre 150.000 y 170.000 personas, debió ser contrarrestada "con un criterio profesional".
El objetivo de la marcha era pedir la extradición del ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada y del que fuera su ministro de Defensa, Carlos Sánchez Berzaín, a pocas horas de que el país se enterara de que este último ha recibido asilo político en Estados Unidos, donde ambos radican desde la revuelta de octubre del 2003. Miles de alteños se agolparon cerca de las puertas de la legación diplomática, donde hicieron explosionar petardos y gritaron "Fuera yanquis" y "A quemar la embajada".
Cuando quisieron forzar las entradas, los policías resistieron, protegiéndose con sus escudos y utilizando sus laques, en tanto que los marchistas hicieron explotar petardos y, algunos, hasta cartuchos de dinamita. No pocos enfrentaron a patadas a los policías y les lanzaron piedras. Entonces, las fuerzas del orden optaron por arrojar gas lacrimógeno para dispersar a los atacantes.
La falta de previsión de los policías, como les cuestionó el ministro Rada, no fue evidente. A dos cuadras de la embajada se habían colocado defensivos de fierro y, además, había un fuerte cordón de seguridad.
El comandante departamental de la Policía, coronel Víctor Hugo Escóbar, dijo que los marchistas se habían comprometido a realizar una marcha pacífica y a no causar ningún daño ni enfrentamiento. Esa misma noche, fue destituido del cargo, según lo que dio a entender el ministro Rada, después de una evaluación de su accionar en los incidentes del lunes.
Los 300 policías que cumplieron con su labor de preservar el orden público, sin duda, aprendieron una lección. En Bolivia, los papeles están cambiados: a ellos se les puede reprimir hasta dejarlos heridos, como ocurrió el lunes, pero a una turba de desaforados no. Es que, en la actualidad, éstos tienen protección gubernamental, de otro modo no se explica lo ocurrido.
Una pésima señal se ha dado al mundo con el mensaje del ministro Rada; un discurso contrario al trabajo de una Policía que, evidentemente, no está interesada en someterse al gobierno de turno y sí, en cambio, en preservar su debida institucionalidad. ¿Qué esperaba Alfredo Rada?, ¿que la gente ingresara a la embajada y la quemara, como lo habían anticipado? Porque, de no actuar la Policía para dispersar a la multitud, eso hubiera pasado con toda seguridad.
Para colmo, la asistencia de los marchistas fue controlada con fichas. Tal es la democracia de cierta dirigencia, practicante de estos viejos métodos de persuasión. Y todavía reciben el respaldo del gobierno del MAS...
El reproche provino del ministro de Gobierno, Alfredo Rada, el mismo que hace un tiempo subestimó las exportaciones de soya al calificar a ésta como un "alimento para los chanchos". Esta vez, Rada dijo que el accionar de la Policía fue "poco eficiente", y que "no se debió acudir a la fácil vía de la represión", sino "a la prevención". Desde su óptica, una movilización tan grande, que según la radio Fides tuvo entre 150.000 y 170.000 personas, debió ser contrarrestada "con un criterio profesional".
El objetivo de la marcha era pedir la extradición del ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada y del que fuera su ministro de Defensa, Carlos Sánchez Berzaín, a pocas horas de que el país se enterara de que este último ha recibido asilo político en Estados Unidos, donde ambos radican desde la revuelta de octubre del 2003. Miles de alteños se agolparon cerca de las puertas de la legación diplomática, donde hicieron explosionar petardos y gritaron "Fuera yanquis" y "A quemar la embajada".
Cuando quisieron forzar las entradas, los policías resistieron, protegiéndose con sus escudos y utilizando sus laques, en tanto que los marchistas hicieron explotar petardos y, algunos, hasta cartuchos de dinamita. No pocos enfrentaron a patadas a los policías y les lanzaron piedras. Entonces, las fuerzas del orden optaron por arrojar gas lacrimógeno para dispersar a los atacantes.
La falta de previsión de los policías, como les cuestionó el ministro Rada, no fue evidente. A dos cuadras de la embajada se habían colocado defensivos de fierro y, además, había un fuerte cordón de seguridad.
El comandante departamental de la Policía, coronel Víctor Hugo Escóbar, dijo que los marchistas se habían comprometido a realizar una marcha pacífica y a no causar ningún daño ni enfrentamiento. Esa misma noche, fue destituido del cargo, según lo que dio a entender el ministro Rada, después de una evaluación de su accionar en los incidentes del lunes.
Los 300 policías que cumplieron con su labor de preservar el orden público, sin duda, aprendieron una lección. En Bolivia, los papeles están cambiados: a ellos se les puede reprimir hasta dejarlos heridos, como ocurrió el lunes, pero a una turba de desaforados no. Es que, en la actualidad, éstos tienen protección gubernamental, de otro modo no se explica lo ocurrido.
Una pésima señal se ha dado al mundo con el mensaje del ministro Rada; un discurso contrario al trabajo de una Policía que, evidentemente, no está interesada en someterse al gobierno de turno y sí, en cambio, en preservar su debida institucionalidad. ¿Qué esperaba Alfredo Rada?, ¿que la gente ingresara a la embajada y la quemara, como lo habían anticipado? Porque, de no actuar la Policía para dispersar a la multitud, eso hubiera pasado con toda seguridad.
Para colmo, la asistencia de los marchistas fue controlada con fichas. Tal es la democracia de cierta dirigencia, practicante de estos viejos métodos de persuasión. Y todavía reciben el respaldo del gobierno del MAS...
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