Está muy lejos de ser contundente la victoria obtenida por el Gobierno ayer con la aprobación de la Constitución Política del Estado. Los saldos más claros son la acentuación de la división del país y una significativa caída de la votación a favor del oficialismo con relación a lo conseguido en el referéndum revocatorio hace cinco meses. Es evidente también que una carta magna rechazada por la mitad del país y con un alto nivel de resistencia en casi todos los centros urbanos, llega con una flaqueza de legitimidad que puede desencadenar serios problemas políticos y una conflictividad mayor aún, si Evo Morales persiste en su amenaza de imponer ese texto a la fuerza.
Los números del referéndum de ayer han reflejado por cuarta vez en tres años que sólo la Bolivia andina sigue manifestándole su apoyo incondicional a Evo Morales, mientras que en el oriente y el sur permanece la repelencia a las propuestas del MAS, incluso en Pando, donde el fuego y el garrote no han logrado torcer la voluntad de la población. Ni siquiera en el occidente del país, de donde el MAS obtiene el 80 por ciento de los votos que le sirven para gobernar todo el territorio, el oficialismo ha logrado mantener el caudal acostumbrado de apoyo. En los departamentos de La Paz, Oruro y Potosí la votación masista bajó, tendencia que se expresa con mayor claridad en las ciudades capitales de esas regiones. Pese a todo, Evo Morales ha logrado lo que quería. Con legitimidad o sin ella, ha asegurado su posibilidad de reelección, un botín de oro sobre el cual el primer mandatario no admitirá discusiones. Sin embargo, en relación a la aplicación de la nueva Constitución Política del Estado, es decir, en la configuración de un nuevo modelo de país, que lesiona gravemente la democracia y que establece profundas diferencias entre los bolivianos basadas en lazos étnicos, el MAS debería reflexionar con detenimiento antes de abrir de par en par las exclusas a una confrontación aún mayor que la que se ha visto en los últimos años.El MAS debe pensar en una fórmula distinta a la aritmética repetitiva del sufragio con las muletas del fraude y al uso de la fuerza para conseguir la unificación del país en torno a un solo proyecto de nación. Su estilo, sus métodos y sus propuestas hasta ahora sólo han conseguido acentuar la polarización y las diferencias entre las regiones, entre los ciudadanos del campo y la ciudad, entre mestizos e indígenas, entre la clase media y los que viven en la pobreza, mientras que estos últimos siguen en las mismas condiciones y tal vez peor que hace tres años y sin posibilidad de mejorar su calidad de vida.Lo más seguro a partir de hoy es que un texto constitucional, por más rimbombante que sea, no va a cambiar significativamente la vida de los bolivianos, sobre todo la de los más necesitados. Pero en todo caso, dependiendo cómo administra el MAS esta victoria pírrica, podría ser la piedra de toque de los hechos indeseables que se han estado vaticinando por mucho tiempo. Nunca antes han sido tan importante la serenidad y la reflexión de los que gobiernan este país tan dividido.
Evo Morales ha logrado lo que quería. Con legitimidad o sin ella, ha asegurado su posibilidad de reele-cción, un botín de oro.
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