Después del clamor general del pueblo boliviano, que pide diálogo, entendimiento y concertación para resolver los problemas nacionales, apareció una luz al final del túnel y comenzó un frágil diálogo con la presencia de observadores internacionales, como la OEA y Unasur, más la Iglesia católica.Es verdad y tenemos que reconocer que si fuera por decisión personal de las partes, este diálogo no se hubiera iniciado nunca porque se percibe, se acepta y se observa poca voluntad de éstas para hacer uso del mejor instrumento que Dios dio a la humanidad para entenderse.Este diálogo se realiza por la fuerte presión de Unasur, que habiendo actuado ligeramente ha tenido que exigir que las partes se sienten en la mesa de negociaciones en busca de soluciones al problema.Entendemos que ha influido significativamente la República Federativa de Brasil, que no forma parte de los países del grupo populista y que tiene fuertes intereses, a fin de precautelar que los envíos de gas no se interrumpan hacia la industrializada ciudad de San Pablo, lo que le provocaría muy serios problemas.En lo interno emergió la violencia aplicada por el Ejército en Pando, donde se han cometido violaciones a los derechos humanos y a la propiedad privada, y se ha prejuzgado al detener al prefecto y a otras autoridades sin la investigación previa que corresponde.Todos estos elementos no contribuyen absolutamente a crear un ambiente propicio, sincero y fraterno para buscar auténticas soluciones a los problemas nacionales.Asimismo, se notó falta de consideración, educación y respeto al cardenal Julio Terrazas y a la alta jerarquía eclesiástica, que como personeros de la Iglesia católica son observadores de la reunión que se realiza.Sin embargo, el Gobierno Nacional no comprende su responsabilidad histórica, pues tiene la obligación de buscar paz, armonía y concordia entre todos los habitantes del pueblo boliviano, de ahí que no ha desmovilizado a los grupos de indígenas que siguen amenazando la reunión de Cochabamba cual espada de Damocles; éstos están ahí para que, en caso de que las cosas no salgan a su gusto y sabor, se movilicen en una actitud absolutamente irresponsable.Todos los bolivianos tenemos que entender que este país ha estado a punto de incendiarse y de iniciar una lucha fratricida para que la muerte se campee en el escenario nacional; empero, gracias a Dios, las cosas no han sucedido así y hoy nos encontramos en una mesa de negociación. Hoy tenemos la obligación de defender por todos los medios que este intento de entendimiento no fracase y se convierta en una página negra en la historia boliviana.Frente a este torrente de irregularidades y amenazas, corresponde pedir a los observadores internacionales que por ética se retiren, y exigir las garantías necesarias para el desarrollo del diálogo, porque, de lo contrario, se convertirán en cómplices de este cuadro desastroso que presenta el Gobierno boliviano ante los ojos del mundo.Señores, entre hermanos no se dialoga con garrote.
* Abogado
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