El punto más crítico del diálogo entre Gobierno y prefectos no es precisamente el impuesto IDH, aunque el tema resulte de suma importancia para todos. La cuestión de mayor calado es la constitución de La Glorieta por medio del voto popular plasmado en un nuevo referéndum. La crasa realidad es que, lo que se refiera al dinero, suscita un interés más tangible e inmediato que un texto constitucional que, para muchos, resulta algo muy lejano y sólo teórico y útil para los discursos.
De ahí la dificultad de que los dialogantes lleguen con relativa facilidad a lograr un consenso razonable en el espinoso tema constitucional. Tanto más cuanto el Gobierno convocó al diálogo no sólo a los prefectos autonomistas, que ya son minoría, sino a los oficialistas, que han pasado a ser mayoría. El propio Gobierno ya lo dijo cuando señaló en un lugar prioritario “la preservación de la integridad y contenido del proyecto constitucional”. Mientras que, por su lado, los autonomistas quisieran precisamente cambiar el contenido de aquel texto, integrando lo más esencial de sus particulares estatutos. Hasta donde uno puede vislumbrar, una y otra proposición son incompatibles.
A esto se añade que el Gobierno activa (para no decir que azuza) a sus movimientos sociales con el propósito de forzar a los prefectos autonomistas a plegarse a los designios palaciegos. Por añadidura, la imposición del estado de sitio en el departamento de Pando y su ocupación militar, la detención y enjuiciamiento del prefecto Leopoldo Fernández y el nombramiento de un nuevo Prefecto militar, certifican la voluntad gubernamental de no dar un paso atrás. Pando pierde un prefecto elegido por amplia mayoría ciudadana y el Gobierno central nombra a la nueva autoridad pandina por “real orden” en la persona de un contraalmirante, para mayor efecto autoritario. Todo esto endurece, si no hace imposible, la prosecución del diálogo. Los autonomistas, a su vez, siguen temerosos de que las huestes gubernamentales que acechan Santa Cruz aprieten el dogal a la ciudad. Esta maniobra provocaría la reacción de los cívicos más combativos. Ya vimos los hechos vandálicos de los que son capaces los jovencitos de la Unión Cruceñista y sus mentores no tan jovencitos. Y si las milicias oficialistas han tolerado la realización de la Expocruz, que es una iniciativa de los “oligarcas, terratenientes, imperialistas…” —no nos engañemos— ha sido un gesto de perdonavidas que mañana puede revertirse en la intervención por la fuerza, de la ciudad, tal como amenazó el propio Presidente cuando les dijo a los prefectos: “Si firman esto (la convocatoria al referéndum para promulgar la nueva Constitución) volverá la paz y tranquilidad a Santa Cruz”. ¡Hermosa oferta! Pero que, traducida al lenguaje real, se lee así: “Si no firman, ordenaré a mis huestes ocupar la ciudad. Como en Cobija”. ¡Grave! Los campesinos apostados en los alrededores de la capital oriental ya hicieron saber que “queremos sentar soberanía sobre toda la ciudad de Santa Cruz”. No cabe pues la menor duda sobre las intenciones del Gobierno y de los sitiadores. Por su parte, los cívicos cruceños han advertido que, si se les provoca, responderán con la misma violencia o peor. ¡Gravísimo!
*José Gramuntes sacerdote jesuita y director de ANF.
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