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viernes, 11 de julio de 2008

Luis Eduardo Siles: Los militares y Bolivia

En el proceso de desintegración iniciado el año 2000 y cuyos gestores decididamente no muestran signos de querer descansar hasta que la nación y la sociedad bolivianas se hagan añicos, una sola institución parecía mantenerse al abrigo del descuajeringamiento general.
Las Fuerzas Armadas de Bolivia, más allá de su pasado y de individualidades ocasionalmente discordantes, daban la impresión de representar el orden frente a la desinstitucionalización, la preeminencia de valores por oposición al reinado de la infamia, la disciplina y continuidad frente a la ruptura y el desbarajuste, la garantía de la unidad frente a la fuerzas centrípetas de la atomización en 36 naciones con más odios y divisiones que la cantidad de cuadraditos en una wiphala. Cuando ya nadie respeta ni jerarquías ni leyes, menos principios, cuando la pedagogía política oficialista es la del vilipendio y la mentira ultrajante, los militares parecían el refugio sacrificado de la sobriedad, de la integridad nacional y de la paz.
Aparentemente, este último reducto de racionalidad sucumbirá como el resto. Primero S.E. se sentó en la institucionalidad meritocrática militar y se saltó varias generaciones en las designaciones cupulares, luego fueron los desfiles militares con el uniforme de los ponchos rojos, paramilitares saca tripas, los mismos que lincharon y descuartizaron al capitán de ejército Omar Téllez, entre otros, y que ahora se dan a la tarea de linchar civiles y degollar perros, siempre y cuando estén indefensos. Luego el tristísimo uso de los efectivos en Viru Viru, Camiri y Sucre, donde se vio a militares literalmente llorando, y la tragicómica retirada de desaguadero donde el Ministro de Defensa y el Comandante en Jefe tuvieron que salir rajando ante la arremetida de contrabandistas que los sacaron a dinamitazos.
Militares aduaneros, panaderos, cajeros, adversarios futbolísticos, embarcados al Congo en aviones que se están cayendo, pagadores de la prebenda oficialista y presumibles receptores de las dádivas del coronel venezolano, humillante inventario al que los gobernantes de hoy, sus enemigos jurados de ayer, los tienen destinados, bajo la dirección de un ministro que de defensor de la capitalización pasó a ser defensor del coronel Chávez y oficioso relacionista público nada menos que de las Fuerzas Armadas de Chile en Bolivia.
El caso del terrorista uniformado Georges Nava, sospechoso del atentado a un canal de televisión en Yacuiba y cuya detención se hizo junto con una cantidad abrumadora de indicios y pruebas sobre su dependencia directa de la Casa Militar del Presidente, no es más que el último de los hechos de esta deliberada intención de destruir la moral militar, objetivo que puede ser considerado como un último requisito antes de la destrucción del Estado y de la nación boliviana. Qué penoso estar tan lejos de poder parafrasear a Ingrid Betancourt y decir: ´Gracias al ejército mío de mi patria Colombia´.
Claro, ellos la rescataron de los narcoterroristas que, hasta hace algunos días, Chávez y Morales defendían.
*Luis Eduardo Sileses politólogo.
Fuente:
http://www.la-razon.com/versiones/20080711_006330/nota_246_630339.htm

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