.jpg)
Los lamentables hechos de violencia que tuvieron lugar el pasado día 24 de mayo en la ciudad de Sucre han sido utilizados por el Gobierno Nacional, y por todos los sectores afines al oficialismo, para emprender una agresiva campaña nacional e internacional que pretende teñir a la Capital de la República con el estigma del racismo y la discriminación social. Lo sucedido en esa ocasión, cuando la turba exaltada infligió deplorables humillaciones a un grupo de campesinos trasladados por el Movimiento al Socialismo hasta la ciudad de Sucre para organizar un acto paralelo a los festejos de la efemérides departamental de Chuquisaca, no pasa de ser un hecho puramente político. La población de Sucre aún respira por las profundas heridas que dejó abiertas la brutal represión del ya tristemente célebre "Noviembre Negro", con el trágico saldo de tres chuquisaqueños muertos y más de trescientas personas heridas. No está demás recordar que el día 24 de mayo último, además del ambiente festivo que se respiraba en la ciudad de Sucre por el 199 aniversario del Primer Grito de Libertad de América, se cumplían exactamente seis meses de los luctuosos sucesos de "Noviembre Negro". Así, con el recuerdo latente de los enfrentamientos de noviembre, y sin que el Gobierno hubiera hecho ni un solo intento para tender puentes de acercamiento y reconciliación con la Capital, el acto público preparado por el oficialismo constituía, pues, una nueva y abierta provocación a la población sucrense, tal y como lo habíamos advertido oportunamente desde este mismo espacio editorial. Los vejámenes sufridos por un grupo de campesinos en la Plaza 25 de Mayo de Sucre son la triste consecuencia de una nueva incitación a la violencia política. Y es que, además de organizar una concentración en las circunstancias arriba descritas, los campesinos trasladados por el MAS hasta Sucre fueron provistos de importantes cantidades de dinamita, y todavía resta aclarar la participación de altos dignatarios de Estado en el mismísimo teatro de los primeros enfrentamientos ocurridos el 24 de mayo. Salta a la vista, pues, que la violencia y los excesos registrados en esa jornada tienen un origen de orden político y distan mucho de la versión gubernamental sobre supuestos actos de racismo o discriminación. Lo que sucedió en Sucre fue algo penosamente digitado desde los centros de poder de un gobierno que tanto dice defender los principios de la vida pero que no trepida a la hora de sacrificar como terneros a humildes campesinos, enviándolos a guerras provocadas de principio a fin. El Gobierno del presidente Evo Morales tenía una responsabilidad histórica, y era la de reconciliarnos entre bolivianos, entre culturas marginadas, historias invisibles y tiempos desmembrados; tenía que ser quien nos ayude a sanar nuestras heridas, no quien termine de abrirlas. Y ha fallado. Los hechos del 24 de mayo, como los plantea el oficialismo a través de todos sus tentáculos, no son una cuestión de raza. Son una cuestión política, de esa que se ha envilecido hasta extremos impensables y está llevando a nuestro país al borde de un río de aguas turbulentas y amargas.
Fuente:
