La autonomía del Banco Central de Bolivia (BCB) es un bien público y de su ejercicio pleno depende la estabilidad de precios, el control de la inflación, la racionalización de la emisión monetaria, la aplicación de una adecuada política cambiaria y el resguardo de todo el sistema financiero. Como resultado de ello y de otros aspectos coadyuvantes, se estimula y esencialmente se asegura el desarrollo económico de los países.
Tanto los análisis económicos teóricos como empíricos indican que la estabilidad de precios, entendida como un bajo nivel de inflación, es un requisito fundamental para conseguir mayores niveles de crecimiento en el largo plazo. En un ambiente de estabilidad de precios existe menor incertidumbre, lo que facilita la planificación de largo plazo, promueve decisiones más adecuadas de los agentes económicos y, al final, se generan mejoras en el bienestar de la población. Así lo reconoce el Plan Nacional de Desarrollo, aprobado por el actual Gobierno, cuando destaca la importancia de la estabilidad macroeconómica y de mantener una inflación baja y estable.
Lamentablemente, en el proyecto de nueva Constitución Política del Estado (CPE) no se prevé con la precisión necesaria la autonomía del BCB, como lo hace la Ley 1670, de octubre de 1995; lo conveniente hubiese sido consolidar su actual estatus. Pese a que esta legislación está aún vigente, el Gobierno pretende encaminar, a través de la Ley Financial del 2009, un préstamo de $us 1.000 millones del BCB a la empresa estatal del petróleo. Además, con anterioridad, se había alentado la entrega, también a YPFB, de otros $us 500 millones.
En las dos últimas décadas, precisamente por los efectos positivos que tiene dicha autonomía, el número de países con bancos centrales que gozan de independencia, en la ejecución de sus políticas consustanciales a su existencia y funciones, aumentó en forma considerable.
Este comportamiento se origina en que la evidencia internacional es amplia y muestra que es menor el nivel inflacionario de los países cuyos bancos centrales tienen independencia en el manejo de sus políticas monetaria y cambiaria.
Sin embargo, esto no implica que los entes emisores ejecuten sus políticas sin la debida coordinación con sus gobiernos. Por el contrario, se enfatiza en la autonomía pero de manera coordinada, pues no es posible encontrar estabilidad de precios y preservar el poder adquisitivo de la moneda cuando se presentan desequilibrios en otros sectores de la economía.
En la crisis asiática de 1999-2003, por ejemplo, la economía boliviana sufrió ciertos efectos pero se salvó de muchos otros debido a que el BCB, utilizando precisamente su autonomía, aunque sin dejar de realizar las coordinaciones necesarias con el poder central, impidió que el sistema financiero tuviera deterioros mayores. De esta manera, fue probablemente el único país de la región que no enfrentó un descalabro mayor.
En suma, la experiencia de países industrializados y en desarrollo muestra una tendencia a dar cada vez mayor autonomía a sus bancos centrales, priorizando el objetivo de estabilizar los precios. Así, se impiden los impactos negativos de la inflación. La condición es que los recursos técnicos y administrativos se apliquen con la oportunidad del caso.
http://www.la-razon.com/versiones/20081127_006469/nota_245_719018.htm
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